Una desconocida enfermedad
la obligó a guardar cama durante cuatro años, entre indecibles
dolores. Pero la Santa Rita se sentía feliz de poder ofrecer aquellos
dolores a su Amado el Señor Crucificado. Cuanto más padecía,
más deseaba padecer. Jesus y María, que desde el cielo la
estaban viendo sufrir, con tanta alegría y tanto amor, se le aparecen
momentos antes de morir, rodeados de ángeles que recogen su alma
y entre perfumes de rosas y música celestial se la llevan al cielo.
Allí está ahora gozando de indescriptiblemente felicidad,
por los siglos de todos los siglos. Numerosos enfermos que se acercaron
a tocar su cuerpo, quedaron repentinamente curados.
Es la abogada de los casos imposibles, porque "para
Dios todas las cosas son posibles" y se complace en conceder, por mediación
de Santa rita, muchas cosas que humanamente hablando no serían posibles.
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