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Santa Rita tenía dos
hijos que querían mucho a su padre: por eso en el momento en que
supieron que había sido asesinado, juraron que matarían al
asesino. Rita lloró, suplicó e hizo cuanto pudo para que
sus hijos se arrepintieran y no llevaran adelante aquel propósito;
y viendo que no lo conseguía hizo a Dios esta petición:
"Dios mío, Tú sabes cuánto quiero a mis hijos, pero prefiero verlos muertos a que sean unos asesinos". Dios escuchó la oración de la Santa,
y sus hijos murieron muy pronto, arrepentidos de sus propósitos
criminales. Rita sufrió mucho, pero dió gracias a Dios porque
había escuchado su oración.
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