Santa Rita tuvo que sufrir
mucho con su marido porque era un sinvergüenza y la trataba muy mal.
A menudo se burlaba de ella y la pegaba. No obstante, Rita todo lo sufría
con paciencia y a los insultos del marido ella respondía con dulzura
y con las más delicadas atenciones.
Rita comprendió que lo que tenía que
hacer era callar, sufrir y rezar. Nada alteraba la dulzura infinita de
su alma: a los insultos contestaba con amables sonrisas, y a las infidelidades
con muestras de un cariño imperturbable. Y de esta forma, con muchos
sufrimientos y con mucha dulzura, después de muchos años,
logró que su esposo mejorara un poco de carácter.
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